ESPACIOCARDENASTaller de Arquitectura y Paisaje
TEATRO DE LAS SOMBRAS
(2024)
Logroño, España
506.96 m2
Pabellón
ColaboraciónLogroño, España
506.96 m2
Pabellón
Miriam Engelmayer, Alejandro Ricote & Diego Sierra
MANIFIESTO
La ciudad, la plaza, la calle; lugares de figuras efímeras, de
transeúntes proyectados a través de las paredes y aceras, es
ahí donde sus sombras se pasean, danzando en profundas siluetas, difusas, casi irreconocibles. Es aquí donde la dualidad entre lo tangible de lo construido
y lo intangible del tiempo y de los claroscuros se unen
para contarnos las historias que se viven en el día a día, de
la cotidianidad de la vida y del pasar del tiempo; aquel que
es difuso, como una sombra que se desplaza a través de un
velo, de un lienzo al que se le impregnan momentos, siluetas
y sombras. He ahí que sucede el verdadero teatro de las
sombras, aquel que no tiene voz y que celebra la historia de
lo que alguna vez fue y de lo que hay por contar, de aquellos
momentos cotidianos que pasan desapercibidos.
El tiempo deja de ser una abstracción y se materializa en las formas que se despliegan ante nuestros ojos. El espectador, inmerso en la contemplación de estas proyecciones efímeras, siente cómo el tiempo se entreteje con la realidad tangible. Las sombras, cual espejismos, revelan la esencia de la vida cotidiana, desentrañando los hilos invisibles que conectan las vidas de la ciudad y de sus habitantes. En el universo onírico del teatro de las sombras, el tiempo se vuelve un actor protagónico, tangible y maleable a voluntad de quien lo proyecta, siendo las figuras en la penumbra testigos mudos del devenir de la existencia, campturando momentos que, de otra manera, se desvanecerían en la bruma del olvido.
El tiempo deja de ser una abstracción y se materializa en las formas que se despliegan ante nuestros ojos. El espectador, inmerso en la contemplación de estas proyecciones efímeras, siente cómo el tiempo se entreteje con la realidad tangible. Las sombras, cual espejismos, revelan la esencia de la vida cotidiana, desentrañando los hilos invisibles que conectan las vidas de la ciudad y de sus habitantes. En el universo onírico del teatro de las sombras, el tiempo se vuelve un actor protagónico, tangible y maleable a voluntad de quien lo proyecta, siendo las figuras en la penumbra testigos mudos del devenir de la existencia, campturando momentos que, de otra manera, se desvanecerían en la bruma del olvido.